poesia universal y+

"El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que de veras siente. Y los que leen lo que escribe en el dolor leído siente bien, no los dos que él tuvo mas sólo el que ellos no tienen. Y así en los rieles gira, entreteniendo la razón, ese tren de cuerda que se llama el corazón". (Fernando Pessoa)

sábado, 23 de junio de 2007

Teillier

Todo me espera en la estación sumergida,
nuevamente, en la empapada maleza, la
crecida de los sueños angustiados y torvos,
mientras el tiempo detenido cierra sus pesados portones
y confusamente respira en el mar del invierno.

Jorge Teillier

jueves, 21 de junio de 2007

Bocas del tiempo
Del libro de Eduardo Galeano

El puerto
La abuela Raquel estaba ciega cuando murió. Pero tiempo después, en el sueño de Helena, la abuela veía.
En el sueño, la abuela no tenía un montón de años, ni era un puñado de cansados huesitos: ella era nueva, era una niña de cuatro años que estaba culminando la travesía de la mar desde la remota Besarabia, una emigrante entre muchos emigrantes. En la cubierta del barco, la abuela pedía a Helena que la alzara, porque el barco estaba llegando y ella quería ver el puerto de Buenos Aires.
Y así, en el sueño, alzada en brazos de su nieta, la abuela ciega veía el puerto del país desconocido donde iba a vivir toda su vida.
El vuelo de los años
Cuando llega el otoño, millones y millones de mariposas inician su largo viaje hacia el sur, desde las tierras frías de la América del Norte.
Un río fluye, entonces, a lo largo del cielo: el suave oleaje, olas de alas, va dejando, a su paso, un esplendor de color naranja en las alturas. Las mariposas vuelan sobre montañas y praderas y playas y ciudades y desiertos.
Pesan poco más que el aire. Durante los cuatro mil quilómetros de travesía, unas cuantas caen volteadas por el cansancio, los vientos o las lluvias; pero las muchas que resisten aterrizan, por fin, en los bosques del centro de México.
Allí descubren ese reino jamás visto, que desde lejos las llamaba.
Para volar han nacido: para volar este vuelo. Después, regresan a casa. Y allá en el norte, mueren.
Al año siguiente, cuando llega el otoño, millones y millones de mariposas inician su largo viaje…
Los emigrantes, ahora
Desde siempre, las mariposas y las golondrinas y los flamencos vuelan huyendo del frío, año tras año, y nadan las ballenas en busca de otra mar y los salmones y las truchas en busca de sus ríos. Ellos viajan miles de leguas, por los libres caminos del aire y del agua.
No son libres, en cambio, los caminos del éxodo humano.
En inmensas caravanas, marchan los fugitivos de la vida imposible.
Viajan desde el sur hacia el norte y desde el sol naciente hacia el poniente.
Les han robado su lugar en el mundo. Han sido despojados de sus trabajos y sus tierras. Muchos huyen de las guerras, pero muchos más huyen de los salarios exterminados y de los suelos arrasados.
Los náufragos de la globalización peregrinan inventando caminos, queriendo casa, golpeando puertas: las puertas que se abren, mágicamente, al paso del dinero, se cierran en sus narices. Algunos consiguen colarse. Otros son cadáveres que la mar entrega a las orillas prohibidas, o cuerpos sin nombre que yacen bajo tierra en el otro mundo adonde querían llegar.
Sebastião Salgado los ha fotografiado, en cuarenta países, durante varios años. De su largo trabajo, quedan trescientas imágenes. Y las trescientas imágenes de esta inmensa desventura humana caben, todas, en un segundo. Suma solamente un segundo toda la luz que ha entrado en la cámara, a lo largo de tantas fotografías: apenas una guiñada en los ojos del sol, no más que un instantito en la memoria del tiempo.

Tomado de: Página/12, Buenos Aires, domingo 11 de abril de 2004.

Poesía


Renacer
Salir despacio.
Recuperar la luz.
Llenar de música los días.
Beber sin prisa.
Sentir la vida en cada célula,
que se cuela con fuerza,
presiona la escritura de los huesos,
empuja la sangre.
Salir despacio.
Hecha torrente.
Hecha cauce.
Hecha bocanada feroz
que no claudica.
Que deja atrás el barro
y florece.
Y vuela.

Laura Cambra

martes, 19 de junio de 2007

El Rayo Verde

De Wikipedia

Novela romántica de Julio Verne aparecida en el año 1882.
El argumento relata la difícil búsqueda de un fenómeno óptico, "El rayo verde", que puede verse en ciertas condiciones en el momento en que el sol desaparece en el horizonte del mar. La leyenda dice que dos personas que lo vean a la vez quedan automáticamente enamoradas la una de la otra. Es un momento mágico en que dos personas descubren el amor a la misma vez.
Tras una serie de peripecias, los protagonistas asisten a la visión del mágico rayo verde cumpliéndose de este modo su anhelo.
La novela está basada en un fenómeno óptico real, denominado rayo verde por su color, que se produce bajo ciertas condiciones atmosféricas particulares: cuando el disco solar se esconde sobre una superficie muy llana (por ejemplo el mar), sus últimos rayos quedan muy refractados por la baja atmósfera de tal manera que sólo llegan hasta el ojo del observador los colores amarillo y verde; en este instante se aprecia como un destello amarillo-verdoso justo en el instante de ocultarse la parte superior del sol.
Es más raro contemplar el rayo azul, debido a la dificultad de conseguir condiciones atmosféricas apropiadas, pero existen fotografías que llegan a mostrarlo como un destello verde-azulado.

lunes, 18 de junio de 2007

Receta de la semana: "Vino Navegado"

por Andrea Guerra

Ingredientes:
1 Botella de vino tinto
4 naranja(s) cortadas en rodajas finas
2 palo(s) canela
2 clavos de olor
1/4 kg azúcar Instrucciones
Ponga en una olla el vino con las naranjas, la canela los clavos de olor y el azúcar. Ponga a calentar a fuego suave hasta que hierva, siempre revolviendo para mezclar bien el azúcar y los ingredientes suelten su aroma.Cuando hierva, acerque un fósforo encendido con mucho cuidado para flamear y eliminar el alcohol. Sirva caliente con una (o dos) rodajas de naranjas en cada vaso.

domingo, 17 de junio de 2007

En primero medio, el profesor de Castellano, muy popular en el colegio por pichanguero y por prestar libros de Bukowski, me llamó en un recreo para conversar sobre algo que lo tenía muy preocupado. Me contó que mi viejo había conversado con él porque había visto un capítulo de Informe Especial sobre satanismo y notó que, dentro de los grupos rockeros que mencionaba el periodista, aparecían varios de los que yo tenía pegados en mi pieza, entre ellos, los australianos AC DC. Según el reportero, cualquiera que escuchara estas bandas era un potencial homicida o, al menos, participaba en ritos con gatos muertos e invocaciones al demonio. Mi padre, quizás temiendo que lo degollara, prefirió acudir al colegio, sin mencionar una sola palabra en la casa.
-Daniel, ¿qué te pasa con tu papá?-Chucha, profe, la preguntita...
En ese tiempo no había celulares. Tampoco gastaba plata en ese maldito teléfono amarillo que se tragaba las monedas. Acumulé rabia todo el día. En la noche, apenas el católico de mi padre puso un pie en casa, armé el escándalo. Apelé incluso, como si pudiera entenderme, al famoso "secreto de camarín". Se lo traduje al clásico "la ropa sucia se lava en casa".
-¿Crees que soy satánico? ¿No te das cuenta del ridículo que hiciste? Tú, que eres tan preocupado de la familia, la has mostrado con todas sus pifias a un profesor que apenas me conoce. ¿ De verdad crees que soy satánico? ¿Eres estúpido?
No esperé respuesta. Me encerré en mi pieza y puse el Jailbreak ’74 en la casetera. Máximo volumen. Siempre me pareció Bon Scott mejor que Brian Johnson.
por Barfly

lunes, 11 de junio de 2007

Alberto Cortez

SI SEÑOR, SI SEÑOR,
EL VINO PUEDE SACAR COSAS QUE EL HOMBRE SE CALLA
QUE DEBERIAN SALIR, CUANDO EL HOMBRE BEBE AGUA.
VA BUSCANDO PECHO ADENTRO POR LOS SILENCIOS DEL ALMA
Y LES VA PONIENDO VOCES Y LOS VA HACIENDO PALABRAS,
A VECES SACA UNA PENA, QUE POR SER PENA ES AMARGA
SOBRE SU PALCO DE FUEGO LE PONE A BAILAR DESCALZA,
BAILA Y BAILANDO SE CRECE, HASTA QUE EL VINO SE ACABA
Y ENTONCES VUELVE LA PENA A SER SILENCIO DEL ALMA
SI SEÑOR
EL VINO PUEDE SACAR COSAS QUE EL HOMBRE SE CALLA
COSAS QUE QUEMAN POR DENTRO
COSAS QUE PUDREN EL ALMA DE LOS QUE BAJAN LOS OJOS,
DE LOS QUE ESCONDEN LA CARA,
EL VINO ENTONCES LIBERA LA VALENTIA ENCERRADA
Y LOS DISFRAZA DE MACHOSFA
COMO POR ARTE DE MAGIA Y ENTONCES SON BRAVUCONES
HASTA QUE EL VINO SE ACABA
PUES EL MATON AL COBARDE, SOLO MEDIA LA RESACA.
SI SEÑOR,
EL VINO PUEDE SACAR COSAS QUE EL HOMBRE SE CALLADO CAMBIA EL PRISMA DE LAS COSAS CUANDO MAS LES HACE FALTA
A LOS QUE LLEVAN SU CULPA COMO UNA CRUZ A LA ESPALDA
LA IMPURA SE PIENSA PURA, COMO CUANDO ERA
Y EL ASTADO REGATEA LA MEDIDA DE SU DRAMA
Y TODO TIENE COLORES, DE CASTIDAD SIMULADA
PUES SIEMPRE ACABAN EN EL VINO LOS DOS EN LA MISMA CAMA.
SI SEÑOR
EL VINO PUEDE SACAR COSAS QUE EL HOMBRE SE CALLA,
PERO QUE LINDO ES EL VINO EL QUE SE BEBE EN LA CASA
DEL QUE ESTA LIMPIO POR DENTRO Y TIENE, TIENE BRILLANDO EL ALMA
QUE NUNCA LE TIEMBLA EL PULSO CUANDO PULSA UNA GUITARRA
QUE NO LE FALTA UN AMIGO, NI NOCHES PARA GASTARLAS
QUE CUANDO TIENE UN PECADO SIEMPRE SE NOTA EN SU CARA
QUE BEBE VINO POR VINO
Y BEBE AGUA POR AGUA.

domingo, 10 de junio de 2007

Omar KhayyamRubaiyat
I
Todos saben que jamás murmuré una oración.
Todos saben también que jamás traté de disimular mis defectos.
Ignoro si existen una Justicia y una Misericordia.
Si las hay, estoy en paz, porque siempre fui sincero.
II
¿Qué vale más? ¿examinar nuestra conciencia sentados en una taberna
o posternarnos en una mezquita con el alma ausente?
No me preocupa saber si tenemos un Dios ni el destino que nos reserva.
III
Sé compasivo con los bebedores. No olvides que tú tienes otros defectos.
Si quieres alcanzar la paz y la serenidad,
piensa en los desheredados de la vida y en los pobres que viven en el infortunio.
Entonces te sentirás feliz.
IV
Procede en forma tal que tu prójimo no se sienta humillado con tu sabiduría.
Domínate, domínate. Jamás te abandones a la ira.
Si quieres conquistar la paz definitiva,
sonríe al Destino que se ensaña contigo y nunca te ensañes con nadie.
V
Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, esfuérzate por ser feliz hoy.
Toma un cántaro de vino, siéntate a la luz de la luna
y bebe pensando en que mañana
quizá la luna te busque inútilmente.
VI
De cuando en cuando los hombres leen el Corán, el libro por excelencia,
¿Pero quién es el que a diario se deleita con su lectura?
En el borde de todos los cálices colmados de vino,
triunfa cincelada una secreta verdad que debemos saborear.
VII
Nuestro tesoro es el vino y nuestro palacio la taberna.
La sed y la embriaguez son nuestras fieles compañeras.
Ignoramos el miedo porque sabemos que nuestras almas, nuestros corazones, nuestros cálices
y nuestras vestes manchadas, nada tienen que temer del polvo, del agua ni del fuego.
VIII
Confórmate en este mundo con pocos amigos.
No busques propiciar la simpatía que alguien te inspiró
Antes de estrechar la mano de un hombre,
piensa si ella no ha de golpearte un día.
IX
Antaño, este jarrón era un pobre enamorado
que sufría ante la indiferencia de una mujer.
El asa del borde era el brazo
que ceñía el cuello de su bienamada.
X
¡Cuan pobre el corazón que no sabe amar,
que no puede embriagarse de amor! Si no amas,
¿Cómo te explicas la luz enceguecedora del sol
y la más leve claridad que trae la luna.
XI
Toda mi juventud retoña hoy.¡Sírveme vino!
No importa cuál...¡No soy exigente!
En verdad, al mejor lo encontraré
tan amargo como la vida.
XII
Sabes que no tienes poder sobre tu destino.
Por qué esa incertidumbre del mañana ha de causarte miedo?
Si eres sabio, goza del momento presente.
El porvenir? qué te puede traer el porvenir?
XIII
He aquí la estación inefable, la estación de la esperanza,
la estación en que las almas sedientas de otras almas buscan una quietud perfumada.
Cada flor, es acaso la blanca mano de Moisés?
Cada brisa, es acaso el tibio aliento de Jesús?
XIV
No anda seguro por el Sendero el hombre que no ha recogido el fruto de la verdad.
Si pudo cosecharlo del árbol de la Ciencia,
sabe que los días pasados y los días por venir
en nada se distinguen del alucinante primer día de la Creación.
XV
Más allá de los límites de la Tierra, más allá del límite Infinito,
buscaba yo el Cielo y el Infierno.
Pero una voz severa me advirtió:
"El Cielo y el Infierno están en ti."

Maybe I didn't treat you
Quite as good as I should have
Maybe I didn't love you
Quite as often as I could have
Little things I should have said and done
I just never took the time
You were always on my mind
You were always on my mind
Maybe I didn't hold you
All those lonely, lonely times
And I guess I never told you
I'm so happy that you're mine

If I made you feel second best
Girl, I'm sorry I was blind

You were always on my mind
You were always on my mind
Tell me
Tell me that your sweet love hasn't died
Give me
Give me one more chance to keep you satisfy mind
I'll keep you satisfied

Little things I should have said and done
I just never took the time
You were always on my mind
You were always on my mind

domingo, 3 de junio de 2007

Fernando

Algún día perdido en la memoria de los vecinos de Resistencia, en el Chaco, por sus calurosos y húmedas calles se vio caminar a un forastero que cargaba una guitarra mientras charlaba amigablemente con un perro de raza desconocida que lo acompañaba con fidelidad de sombra. El desconocido llamó a la puerta de una pensión y, preguntó si él y su perro podían hospedarse.
- Siempre y cuando respeten las horas de la siesta. Vos no Cantás y el perro no ladra - le respondieron.
A los pocos días de llegar, el cantor se durmió para siempre en una siesta. Al descubrir el triste suceso, el dueño de la pensión y los vecinos comprobaron que sabían muy poco, casi nada, de aquel hombre.
- Uno de los dos obedece al nombre de Fernando, pero no sé si es él o el perro - comentó alguno.
Luego de sepultar al cantor, y como una forma de respetar su memoria, los vecinos de Resistencia decidieron adoptar al perro, lo llamaron Fernando y le organizaron la vida. Los artistas del Fogón de los Arrieros, una casa sin puertas en la que todavía los caminantes encuentran reposo y mate, aceptaron al perro Fernando como socio de la institución, donde destacó como implacable crítico musical. Tal vez heredado de su primer amo, el perro poseía un agudo sentido de la armonía, y cada vez que algún músico desafinaba debía soportar la reprimenda de los aullidos de Fernando.
Mempo Giardinelli me contó que, durante un concierto de un prestigioso violinista polaco en gira por el noroeste argentino, el perro Fernando escuchó atentamente desde su lugar en primera fila, con los ojos cerrados y las orejas atentas, hasta que una pifia del músico le hizo proferir un desgarrador aullido. El violinista suspendió la interpretación y exigió que sacaran de la sala al perro. La respuesta de los chaqueños fue rotunda:
- Fernando sabe lo que hace. O tocás bien o te vas vos.
Durante doce años, el perro Fernando se paseó a sus anchas por Resistencia. No había boda sin los alegres ladridos de Fernando mientras los recién casados bailaban un chamamé. Si Fernando faltaba a un velorio era todo un desprestigio tanto para el muerto como para los deudos.

La vida de los perros es por desgracia breve, y la de Fernando no fue excepción. Su funeral fue el más concurrido que se recuerda en Resistencia. Los poetas leyeron versos en su honor y una suscripción popular financió su monumento, que se levanta frente a la casa de Gobierno pero dándole la espalda, es decir, mostrándole el culo al poder.
Hace un par de semanas, con mi hijo Sebastián, salimos de Resistencia para cruzar el Chaco Impenetrable. En el límite de la ciudad leímos por última vez el letrero que dice: "Bienvenidos a Resistencia, ciudad del perro Fernando".


Luis Sepúlveda, Historias marginales, 2000

sábado, 2 de junio de 2007

Libro Recomendado:


"Sostiene Pereira" de Antonio Tabucchi

Con esta novela, una de las cumbres de la literatura de la anterior década, Antonio Tabucchi logró la unanimidad de la crítica, los más prestigiosos galardones y la respuesta masiva de los lectores. Lisboa, 1938. La opresiva dictadura de Salazar, el furor de la guerra civil española llamando a la puerta, al fondo el fascismo italiano. En esta Europa recorrida por el virulento fantasma de los totalitarismos, Pereira, un periodista dedicado durante toda su vida a la sección de sucesos, recibe el encargo de dirigir la página cultural de un mediocre periódico, el Lisboa. Pereira tiene un sentido un tanto fúnebre de la cultura: prefiere la literatura del pasado, dedicarse a la elegía de los escritores desaparecidos, preparar necrológicas anticipadas. Necesitado de un colaborador, contacta con un joven, Monteiro Rossi, quien a pesar de haber escrito su tesis acerca de la muerte está inequívocamente comprometido con la vida. Y la intensa relación que se establece entre el viejo periodista, Monteiro y su novia Marta, cristalizará en una crisis personal, una maduración interior y una dolorosa toma de conciencia que transformará profundamente la vida de Pereira. En esta novela, Tabucchi ha conseguido crear un inolvidable personaje que sin duda dejará una profunda huella en el lector, Pereira. Y con la historia de este periodista, Tabucchi nos ofrece también una espléndida historia sobre las razones de nuestro pasado que pueden ser perfectamente las razones de nuestro incierto presente

Julio Cortazar

INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquier otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.
Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie.)
Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimiento hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso.

PREÁMBULO A LAS INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA AL RELOJ
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan —no lo saben, lo terrible es que no lo saben—, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

INSTRUCCIONES PARA DAR CUERDA AL RELOJ
Allá en el fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente. Ahora se abre otro plazo, los árboles despliegan sus hojas, las barcas corren regatas, el tiempo como un abanico se va llenando de sí mismo y de él brotan el aire, las brisas de la tierra, la sombra de una mujer, el perfume del pan.
¿Qué más quiere, qué más quiere? Átelo pronto a su muñeca, déjelo latir en libertad, imítelo anhelante. El miedo herrumbra las áncoras, cada cosa que pudo alcanzarse y fue olvidada va corroyendo las venas del reloj, gangrenando la fría sangre de sus pequeños rubíes. Y allá en el fondo está la muerte si no corremos y llegamos antes y comprendemos que ya no importa.

Cuento: Marguerite Yourcenar

La tristeza de Cornelius Berg

Desde que había regresado a Amsterdam, Cornelius Berg vivía en una posada. Cambiaba a menudo de alojamiento, mudándose cuando había que pagar el alquiler, aunque seguía pintando algunos retratillos, unos cuantos cuadros de costumbres que le encargaban, algún desnudo para un aficionado, y buscando por las calles algún que otro cartel que pintar. Por desgracia, le temblaban las manos y tenía que cambiar con mucha frecuencia los cristales de sus gafas por otros más fuertes; el vino, al que se había aficionado en Italia, junto con el tabaco, acababa de arrebatarle la poca seguridad que aún conservaba su pincelada y de la que seguía presumiendo. Lleno de despecho, se negaba entonces a entregar su obra y lo estropeaba todo con excesivos retoques o raspados, acabando por abandonar su trabajo.
Pasaba largas horas en las tabernas saturadas de humo como la conciencia de un borracho, donde algunos alumnos de Rembrandt, que había sido condiscípulo suyo en otros tiempos, le pagaban la consumición con la esperanza de que él les relatara sus viajes. Pero los países polvorientos de sol por donde Cornelius había paseado sus pinceles y sus colores se dibujaban con menos precisión en su memoria de lo que lo habían hecho sus proyectos de porvenir, y ya no se le ocurrían, como en su juventud, aquellas toscas chanzas que hacían reír por lo bajo a las criadas. Los que recordaban al Cornelius alborotador de antaño se extrañaban de hallarlo tan taciturno; sólo la embriaguez conseguía desatarle la lengua y entonces soltaba unos discursos incomprensibles. Se sentaba, con la cara vuelta hacia la pared y con el sombrero echado sobre los ojos, para no ver a la gente que, según decía, le repugnaba. Cornelius, el viejo pintor de retratos que vivió durante mucho uempo en una buhardilla de Roma, había escrutado durante toda su vida la expresión de los rostros humanos. Ahora se apartaba de ellos con una indiferencia irritada; incluso llegaba a decir que no le gustaba pintar a los animales porque se parecían demasiado a los hombres.
A medida que iba perdiendo el poco talento que poseía, parecía llegarle el genio. Se instalaba ante el caballete, en su desordenada buhardilla, y colocaba a su lado una hermosa y rara fruta que costaba muy caro, y a la que había que reproducir a toda prisa en el lienzo, antes de que su piel brillante perdiera su frescura; o bien pintaba un caldero, o mondaduras. Una luz amarillenta inundaba la estancia; la lluvia lavaba humildemente los cristales; la humedad se colaba por todas partes. El elemento húmedo hinchaba en forma de savia la esfera granulosa de la naranja, levantaba el artesonado, que crujía un poco, y empañaba el cobre del caldero. Pero Cornelius pronto descansaba sus pinceles: sus dedos torpes, antaño tan dispuestos a pintar encargos de Venus tendidas o de Jesucristos de barba rubia, bendiciendo a niños desnudos y a mujeres envueltas en mantos, renunciaban a reproducir en el lienzo aquel doble reguero luminoso y húmedo que impregnaba las cosas y empañaba el cielo. Sus manos deformadas ponían, al tocar los objetos que ya no sabían pintar, todas las solicitudes de la ternura. Por las calles tristes de Amsterdam soñaba con campiñas temblorosas de rocío, más hermosas que las orillas crepusculares del Anio, pero desiertas, demasiado sagradas para el hombre. Aquel anciano, a quien la miseria parecía abotargar, se hubiera dicho que padecía una hidropesía al corazón. Cornelius Berg, que pintaba chapuceramente algunos cuadros lamentables, igualaba a Rembrandt con sus sueños.
No había reanudado sus relaciones con la poca familia que aún le quedaba. Algunos de sus parientes ni siquiera lo habían reconocido, y otros fingían ignorarlo. El único que aún lo saludaba era el viejo Síndico de Haarlem.
Durante toda una primavera estuvo trabajando en aquella pequeña ciudad clara y limpia, donde le mandaban pintar falsos recubrimientos de madera en las paredes de la iglesia. Por la noche, una vez terminada su tarea, no se negaba a entrar en casa de aquel hombre viejo, algo embrutecido por la rutina de una existencia sin azares, y que vivía solo, cómodamente atendido por una criada, sin saber nada de arte. Cornelius empujaba la frágil barrera de madera; en el jardincillo, cerca del canal, el aficionado a los tulipanes lo esperaba entre las flores. Cornelius no sentía la misma pasión por aquellos inestimables bulbos, pero era muy hábil distinguiendo los menores detalles de sus formas, los menores matices de sus colores, y sabía que el anciano Síndico sólo lo invitaba a su casa por conocer su opinión sobre las nuevas variedades. Nadie hubiera podido indicar con palabras la diversidad infinita de blancos, azules, rosas y malvas. Frágiles, rígidos, los cálices patricios sobresalían de la tierra rica y negra: un olor a tierra mojada flotaba sobre aquellas floraciones sin perfume. El viejo Síndico cogía un tiesto, se lo ponía en las rodillas y sosteniendo el tallo con dos dedos, como si fuera a cortarlo, se lo enseñaba a Cornelius sin decir ni una palabra, para que admirase aqùella delicada maravilla. lntercambiaban pocos comentarios: Cornelius Berg daba su opinión con un movimiento de la cabeza. Aquel día, el Síndico se sentía muy feliz, pues había conseguido una variedad más peculiar que todas las demás: la flor, blanca y violácea, casi poseía las estriaciones de un lirio. La observaba, le daba vueltas por todas partes y, cuando la volvió a poner en el suelo, dijo:
—Dios es un gran pintor.
Cornelius Berg no contestó. El apacible anciano prosiguió: —Dios es el pintor del universo.
Cornelius Berg miraba altemativamente la flor y el canal. Aquel empañado espejo plomizo sólo reflejaba arriates, muros de ladrillo y la ropa tendida de las lavanderas, pero el viejo vagabundo, cansado, contemplaba en él toda su vida. Volvían a su memoria determinados rasgos de algunas fisonomías vislumbradas en sus largos viajes: el Oriente sórdido, el Sur desmantelado, las expresiones de avaricia, de estupidez o de ferocidad observadas bajo tantos hermosos cielos; los refugios miserables, las vergonzosas enfermedades, la reyertas a navajazos a la puerta de las tabernas, el rostro seco de los prestamistas y el hermoso cuerpo, bien metido en carnes, de su modelo Frédérique Gerritsdocheter, tendido encima de la mesa de anatomía en la Escuela de Medicina de Friburgo. Luego se dibujó en su mente otro recuerdo: en Constantinopla, en donde estuvo pintando algunos retratos de Sultanes para el embajador de las Provincias—Unidas, tuvo la ocasión de admirar otro jardín de tulipanes, orgullo y gozo de un bajá, que contaba con el pintor para inmortalizar, en su breve perfección, su harén floral. En el interior de un patio de mármol, todos los tulipanes juntos palpitaban y casi parecían susurrar, con sus colores chillones o suaves. Cantaba un pájaro, posado en la pileta de una fuente. Las copas de los cipreses agujereaban el cielo pálidamente azul. Pero el esclavo que enseñaba al extranjero todas aquellas maravillas era tuerto, y en el ojo que había perdido recientemente se acumulaban las moscas. Cornelius Berg suspiró largamente. Después, quitándose las gafas, dijo: —Es verdad, Dios es el pintor del universo.
Y luego añadió en voz baja con amargura:
—Pero, qué pena, señor Síndico, que Dios no se haya limitado a pintar paisajes...

Horóscopo de Junio


Un día los pueblos construyeron altas pirámides para, desde sus cumbres, consultar a las estrellas. Y organizaron, según esos designios, fiestas, batallas y cosechas. Hoy corresponde a los poetas sugerir las fiestas, aconsejar en el amor, indicar el rumbo. Con este fin hemos recuperado de manos de los agoreros este espacio y lo hemos devuelto a sus legítimos sucesores (Noreste).

ARIES
Por Walt Whitman
"Demasiado tiempo has perdido en sueños deleznables, ahora te quito la venda de los ojos, debes acostumbrarte al brillo de la luz".
CAPRICORNIO
Por Ingrid Bergman
"Tu beso es un truco encantador diseñado por la naturaleza para detener el habla cuando las palabras se hacen superfluas".
ACUARIO
Por Antonio Caussen
"Siempre has buscado que alguien te enseñe las cosas con total claridad.
No sigas buscando. No habrá nunca nada más puro y más claro
que el fuego de tu curiosidad".
VIRGO
Por Jorge Teillier
"Bebe lo que puedas: por mí y por los amigos, por los gatos y el otoño".
CANCER
Por Séneca
"Te equivocas si crees que dar es fácil".
TAURO
Por Emily Dickison
"El tiempo más feliz se desvanece y no deja vestigio. La angustia carece de plumas o pesa demasiado para el vuelo".
LEO
Por Los Prisioneros
"No permitas que tus canas te arruguen tan temprano".
LIBRA
Por W.B. Yeats
"No hay cosa extraordinaria ni maravillosa que tras la caída de Adán no cueste tanta fatiga".
GÉMINIS
Por Ezra Pound
"Rebaja tu vanidad, lo que más amamos permanece, el resto es basura".
ECORPION
Por Eduardo Molina
"No olvides a los muertos que jamás olvidan
y son tu sonrisa viva.
Dale al muerto una rosa, una sola rosa húmeda
aún del temblor de tu corazón
y él te la devolverá pero rodeada de un tiempo puro,
de un espacio sin mácula.
Dale al muerto un guijarro, uno solo y
él te devolverá el interior de una montaña".
PISCIS
Por Diego Maquieira
"El beso más largo es el que más demora en darse".
SAGITARIO
Por Santiago Elordi
"El secreto más hermoso es el que permanece luego de abrirnos enteros".

viernes, 1 de junio de 2007

Nicanor Parra

Que Dios nos libre de los comerciantes
sólo buscan el lucro personal
que nos libre de Romeo y Julieta
sólo buscan la dicha personal
líbrenos de poetas y prosistas
que sólo buscan fama personal
líbrenos de los Héroes de Iquique
líbrenos de los Padres de la Patriano
queremos estatuas personales
si todavía tiene poder el Señor
que nos libre de todos esos demonios
y que también nos libre de nosotros mismos
en cada uno de nosotros hay
una alimaña que nos chupa la médula
un comerciante ávido de lucro
un Romeo demente que sólo sueña con poseer a Julieta
un héroe teatral
en connivencia con su propia estatua
Dios nos libre de todos estos demonios
si todavía sigue siendo Dios.