Los Creyentes (Álvaro Yunque)
Un gato y una
cigüeña se hicieron amigos.
Como ambos se
las daban de creyentes, decidieron retirarse a la soledad de la montaña, a
orar. Allí, la cigüeña oraba para que lloviesen víboras: su alimento. El gato
oraba por ratones.
Como cuando llovía
no llovía más que agua, la cigüeña dijo al gato:
-Hermano querido, así
no van a llover ni víboras ni ratones. Pedí vos un día que lluevan víboras y yo
pediré que lluevan ratones. Sólo así, uniendo nuestras preces, Dios podrá
oírnos y hacer el milagro.
-Bueno,
queridísima hermana –respondió el gato-.
Empecemos a orar hoy para que lluevan ratones; mañana oraremos para que
lluevan víboras.
La cigüeña se
molestó terriblemente. Juzgó que era gran egoísmo el del gato eso de proponerle
comenzar orando para que lloviesen ratones; pero aceptó.
Y en voz alta
comenzó a pedir que lloviesen ratones, aunque de intención pedía que lloviesen
víboras.
Al día
siguiente, los dos, gato y cigüeña, en voz alta, según lo convenido, pusiéronse
a orar para que lloviesen víboras, aunque el gato, en su intención, no pedía
víboras, sino ratones.
Y así, al
llover, siempre siguió lloviendo agua.
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio