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"El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que de veras siente. Y los que leen lo que escribe en el dolor leído siente bien, no los dos que él tuvo mas sólo el que ellos no tienen. Y así en los rieles gira, entreteniendo la razón, ese tren de cuerda que se llama el corazón". (Fernando Pessoa)

sábado, 14 de abril de 2007

Hasta hoy
Muy bien,
he aquí lo que he visto
hasta hoy:
Cada cuerpo un bastión de "lo mío
-que jamás será
lo tuyo ni lo nuestro";
miedo incontrolable: miedo ciego
a abrir la puerta y dejarnos ver
unos a otros
que estamos desnudos;
procesiones incontables corriendo atrás del amor ideal,
un fantasma que siempre se disuelve,
siempre,
al dar vuelta a la esquina;
inventos infructuosos de cualquier tenor
y alcance para convencerse de que la felicidad pueda ser
alguna otra cosa
que entregarse a los demás;
reglas, dictámenes, teorías y credos inútiles
(porque no le dan cabida al alma,
bendita en su repulsión a los encierros; porque son el Olimpo
de los necios que creen
en llegar a alguna parte
enviando al amor al destierro por ser indefinible);
multitudes de hipócritas apedreando a los que muestran
sus manos vacías;
pesimistas sin ningún motivo;
optimistas sin ningún motivo;
lo-que-sea-istas subidos al carro de turno;
la desconfianza, alimentada de saber que el otro esconde en sí
fianza, alimentada de saber que el otro esconde en sí
los mismos monstruos;
el odio, nacido de no reconocer los monstruos
en nosotros mismos;
la máquina de forjar hombres a imagen y semejanza
de un dios perverso,
vengativo e ignorante;
separación, separación por todas partes:
esto no es aquello no es
lo otro ni lo de más allá (y el doloroso precio
de la soledad);
los muertos echando tierra estéril sobre la divina semilla
de la infancia en las escuelas;
la mirada impotente y mezquina de los padres
que se proclaman dueños de los Hijos de la Vida,
(¡la Vida!, ¡que jamás espera nada de nadie!);
los que quieren que todo quede como está
saqueando con gritos,
balas o vergüenza
los dones de la juventud;
¡un océano tan vasto de dolor
cuando todo podría ser tan distinto!
He visto, también,
los que no cejan:
buscando a tientas;
aferrándose (o soltándose)
al centro en las mareas cambiantes;
dejando un tenue rastro del perfume inconfundible
en los vientos furiosos;
librando, cada día, la batalla más difícil, la única noble,
la de adentro;
borrando con su propia sangre los dictados negros (propios y ajenos);
equivocándose, equivocándose y volviendo a empezar;
dudando de su fuerza, pero ofreciendo el pecho;
sabiendo que está todo por hacer,
y que tendrá que ser hecho cada vez por cada uno;
templando su coraje
en la negrura más espesa de la noche.

(Pedro Aznar, músico argentino).

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