poesia universal y+

"El poeta es un fingidor. Finge tan completamente que hasta finge que es dolor el dolor que de veras siente. Y los que leen lo que escribe en el dolor leído siente bien, no los dos que él tuvo mas sólo el que ellos no tienen. Y así en los rieles gira, entreteniendo la razón, ese tren de cuerda que se llama el corazón". (Fernando Pessoa)

sábado, 26 de abril de 2008

Rayuela (Julio Cortázar)

Capítulo 7


Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano por tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.

Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y nuestros ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

martes, 22 de abril de 2008

El Dios

Dos hombres visitaron a Dios en la Montaña Sagrada. Uno traía infinitas preguntas para hacerle y en sus ojos se notaba la ansiedad del que lo cuestiona todo; del que quiere develar los secretos de un mago. Dios respondió con infinita paciencia cada una de sus preguntas, tratando de explicarle con la mayor sencillez posible -casi como si se dirigiera a un niño- las cosas más complejas y rebuscadas sobre las que el hombre le interrogaba: ¿qué es la nada?, ¿estamos solos en el Universo?, ¿existe vida después de la muerte?. El otro hombre, más sabio que el primero, se limitaba a observar, aguardando tranquilo y en silencio su turno. -Cuando el primer hombre hubo concluido, Dios habló al segundo: ahora es tu turno, le dijo, con infinita bondad. -Bien, dijo el hombre. Yo sólo traigo una única pregunta. La más sencilla, la más evidente: ¿Por qué toleras nuestras preguntas?. Una enorme sonrisa se dibujó en el rostro de Dios. -La Divinidad respondió con otra pregunta: "¿crees que es por amor?". Siguó un leve instante de silencio. Luego procedió a devorarlo, mientras el otro hombre, inútilmente, trataba de escapar.

Christian Lucero M.